URUGUAY TIENE ESE NO SÉ QUÉ...

   Cruzar a Uruguay no fue difícil. “La Represa de Salto Grande no se cruza caminando” nos dijeron, y así fue que sacamos nuestro cartel y levantamos el dedo. “Ruta 3 y 31” era nuestro primer destino. Una Chevrolete vieja nos levantó y así atravesamos el gran paredón de agua que no paraba de correr por debajo nuestro,  como llorando litros de agua que inundarían las costas de varios pueblos aledaños, entre ellos los ya visitados Condordia, el Parque Nacional El Palmar, Colón y Gualeguaychú. 


Represa de Salto Grande vista desde el agua -
Cruce Concordia (Arg) - Salto (Uy)

    El cruce al país vecino fue rápido y nos alentó para seguir. Lo que sospechábamos y terminamos de demostrar fue que no muchos atravesaban “la cuchilla de Aedo” hacia Tacuarembó por la ruta 31. Tocamos nuestro amuleto de la suerte (un austral argentino que encontramos en pleno parque nacional y que más tarde acompañaría una segunda moneda, también argentina, también austral, en pleno bosque del Valle Edén) y a esperar. Una larga espera al sol, con siesta en la sombra de una comisaría, bajó nuestras expectativas, las que una vez más, se remontaron, con una familia que volvía de vacacionar en nuestro litoral, que escapaba de los altos precios de su país y volvía con las horas contadas a trabajar, ya con un aire renovado gracias a las termas de Federación.

   
Nuestros amuletos de la suerte a la hora de hacer dedo.
 
   Primer aprendizaje que ya asomaba algunos días atrás: siempre hay alguien que piensa en vos. Luego de pasar una vez al lado nuestro, dieron la vuelta porque creyeron que nuestro cartel decía “Tacuarembó”. Y así era y así fue. 215 Km a puro mate y charla. Directo a nuestro destino, sin “moros en la costa”, sólo cuervos y una ruta llena de pozos y curvas en la “campaña” uruguaya.
 
   Y allí estaba Tacuarembó, un pueblo que para quienes lo oían en nuestros planes no tenía atractivo alguno, pero que a nosotros nos atrapaba y nos invitaba a llegar. Juan Pablo y su familia nos habían confirmado que en su casa había lugar para dos viajeros con mochila y no hizo falta más que reconocer la escuela contigua para verlo a él abrir las puertas de lo que sería por unos días nuestro próximo hogar. Puertas abiertas que te invitan a pasar, a escuchar y compartir historias alrededor de un mate y una tele en el “Refugio de los nietos”.
   
El mismisimo refugio de los nietos. 
   
   Automáticamente aparecieron en mi los recuerdos, las sensaciones conocidas de mis veranos en City Bell, en calle 20, en la casa de mi abuela Josefa: Lluvia, olor a tierra mojada, chicharras y sapos croando en la noche, luciérnagas en el aire y una gran quinta combatiente de caracoles, con un “ciruelo amarillo”. Una parra y una pelopincho. Tortafritas, mates y más olor a humedad con ruido de lluvia en los techos de chapa. Vueltas en la vieja chata roja, vecinos que saludan y gurises que juegan en la calle ya entrada la noche. Bicicletas para pedalear la libertad y una gran familia que nos invitaba a engordar de hospitalidad. 

Recién cosechadas de la parra

   Segunda demostración: “Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Nada es tan simple, no hay otra forma, nada se pierde todo se transforma” dice Jorge Drexler y volvemos a cantar nosotros. “la idea no es intercambiar dinero” nos dijo Juan Pablo y así fue. Al principio poco acostumbrados a ello, y luego totalmente convencidos de que así es y debe ser. Que estamos buscando y encontrando a gente que quiere y se nutre del intercambio de historias, comidas, saberes y diálogos, sin interés alguno, sin altas pretensiones. Atender a dos viajeros, maestros, mendocinos, argentinos, con cultura y saberes diferentes pero en esencia humanos e iguales, era lo que ellos querían hacer y lo que nosotros queríamos dar.


   De algún modo, Tacuarembó tenía eso. Era mi fiel recuerdo de infancia vivo en Uruguay, a la vez que la casa de Maria Elena, Julio, Juan Pablo y su abuela “China”, con aires de hogar.

Brindando los 28 años de Germán!

INMENSAMENTE AGRADECIDOS por el aliento que nos dan para seguir confiando en que el mundo está hecho de personas así. 




LA SENSACIÓN DE PARTIR

     Una vez cuando era chica, exactamente después de conocer Esquel,  pensé en que cuando fuera grande quería vivir en un lugar que tuviera montaña. Varios años después me encontré viviendo en Mendoza y casi como sin saberlo mi deseo se había cumplido.
     Hoy, 22 de diciembre de 2014 me voy. Casi 5 años de residente en la provincia de las tortitas, el zonda, los nombres con artículo y la tonada simpática que ya me cargo como propia. Me voy con un amor encima, con un compañero de vida que me hizo conocer los rincones más lindos de esta ciudad pero con alas de pájaro iguales a las mías. Nos vamos hoy, caminando a la par, a otro destino algo incierto, algo concreto. Un camino muy pensado y trazado sobre líneas invisibles que la misma ruta terminará de definir. Dejamos atrás algunas cosas, sí, muchas tal vez,  pero nos llevamos la esencia y lo principal de esta tierra. Si de algo estamos seguros es que no podríamos soltarnos a la vida y a la aventura tan solos, tenemos que reconocerlo. Y la verdad de toda esta cuestión es que nos llevamos a cada uno de ustedes adentro nuestro. Sólo de esa manera iba a ser posible lanzarnos a lo desconocido, soltarnos de la seguridad y comodidad de todos los días para animarnos a la primer gran aventura de nuestras vidas.

     GRACIAS a todos y a cada uno de ustedes, porque desde la simplicidad y complicidad de sus miradas, sus compañías, sus historias, sus confidencias, nos han hecho parte de sus vidas y hoy lo son de la nuestra. Nos vamos con muchas lágrimas en los ojos pero con la seguridad de que están con nosotros y lo estarán siempre, hoy y mañana cuando estemos de vuelta.
Simplemente gracias por abrirnos las alas y dejarnos volar. Somos pájaros felices de estar juntos viviendo con tanto placer y pasión nuestra vida.