NAVEGANDO POR EL AMAZONAS

   Lo que para nosotros siempre significó la realización de una aventura, para la gente del lugar es su vida cotidiana.

   Navegar el Amazonas tiene su tinte, su color amarronado y negro, su movimiento y emoción, tiene su esencia de diferencia para nosotros, pero no deja de ser más que nuestra percepción de sureños, de montañistas, de citadinos, en un norte tropical sólo explorado en manuales (googlemaps ahora) con un gran agregado de imaginación literaria.

   Quienes viajaron con nosotros y viajan cotidianamente en el "Anne Karoline II" no son indígenas, no visten ropas diferentes a las nuestras ni manejan códigos desconocidos. Al contrario, son familias, son madres, hijos, esposos, hermanos, trabajadores, que usan el río como ruta a sus hogares, a sus ciudades, a sus empresas, para vender y comerciar, para asistir a un velorio, a una consulta médica, a visitar a su familia, en resumen a vivir sus vidas civilizadas del Siglo XXI. Todos tienen celular, toman cerveza, visten la moda y consumen alimentos empaquetados en plásticos, de entre los cuales varios terminan flotando en las aguas del río Amazonas como símbolo del "progreso" y del mundo consumista que nos engloba a todos por igual, con mayores y menores diferencias pero a todos al fin.

Victor, quien cada vez que nos veía, nos sonreía.

Niños entretenidos con la tecnología de un celular.

Nuestro "chofer"

Caroline y Carlinho descansando

   Al mismo tiempo, varias de esas bolsas y residuos nuestros encallan en las orillas del río, debajo de las balsas y muelles de quienes viven en sus riveras y que sin haberlo elegido, juntan lo que a otros les sobra. (Esto se puede ver con los niños que se acercan en sus canoas a levantar del agua lo que la gente del barco les tira). Gente que muchos pueden pensar que eligen ese estilo de vida, pero que yo creo que son los mismos marginados que viven en las afueras de los centros urbanos, buscando posibilidades que el mismo sistema les mendiga.

Casa en la rivera del río.

Niño en la puerta de su casa.

Algunos de los barcos con pasajeros que navegan el río.

Canoas de la gente local.

Buques cargueros internacionales en sus puertos a orillas del Amazonas.
 
   Sólo quienes son fuertes y resisten la conquista de este sistema, son quienes realmente viven en el Amazonas "impenetrable" del cual el resto, sólo podemos intentar imaginar. Un Amazonas mucho más lejano en distancia, en posibilidades de acceso y en capacidad de percepción; que responde más fielmente a los relatos literarios o documentales que leemos en nuestra computadora, compramos en nuestras librerías o miramos en nuestros televisores, 


   Puede que el vaivén de mi hamaca paraguaya (localmente llamada "red"), al compás de muchas otras más, en los casi dos días de navegación, hicieran pasar por mi cabeza pensamientos de este tipo. Tal vez algo desacertados pero que son sin dudas reflexiones que nacen de mi experimento viajero con la vida, y que buscan relacionarse con otras historias en contextos en extremo distintos al mio.

Comiendo una naranja en mi red-cama.
Atardecer en el río Amazonas.

   Mi paso por el Amazonas me dejó con la certeza de que quiero seguir conociendo, transitando y entendiendo la vida con nuevos ojos, para aprender a vivir sin prejuicios infundados (seguramente con prejuicios, pero con un fundamento para mi) 

   "Ser capaz de mirar lo que no se mira, pero que merece ser mirado, las pequeñas, las minúsculas cosas de la gente anónima, de la gente que los intelectuales suelen despreciar, ese micromundo donde yo creo que de veras, se alienta la grandeza del universo y al mismo tiempo, ser capaz de contemplar el universo desde el ojo de la cerradura, o sea, desde cosas chiquitas asomarme a las que son más grandes" 

Palabras del gran Eduardo Galeano.